top of page
Buscar

Sentir la vida

  • Foto do escritor: Sebastián Porrúa
    Sebastián Porrúa
  • 12 de mar.
  • 2 min de leitura

Hay la idea de que la meditación nos lleva a no sentir nada, a quedarnos desconectados de la vida. Algunas personas no están interesadas en meditar porque creen que con el tiempo se convertirán en alguien que no siente tristeza, o rabia, o pasión, por nada y ven esto como un estado no deseable. Se entiende el enfoque.


Para mí ha sido un poco lo contrario, creo que siento las cosas con más intensidad desde que medito. Siento más todo, las alegrías, las tristezas, los momentos en que siento culpa de algo que he hecho, cuando culpo a otros, la rabia hacia otros, hacia mí, cuando me perdono, cuando perdono a otros. Me doy más cuenta de todo lo que me pasa, veo con más claridad lo que ocurre en mi interior.


Así, estoy más conectado con lo que siento y con lo que pienso en esos momentos. Eso hace que me enrede menos en mis reacciones. No siempre, pero a veces cuando siento rabia hacia alguien me doy cuenta antes que estoy en la rabia, salgo antes de la narrativa que culpa al otro de algo sin darme cuenta de que ese razonamiento está profundamente cargado emocionalmente. En las ocasiones que tengo claridad me creo menos el argumento, me lo tomo menos en serio. Eso me permite no reaccionar, ver al otro como persona que está también con alguna dificultad, comprender algo de mí mismo, recordar cientos de otras veces que he sentido eso y hacer otra cosa con la situación. Tal vez pongo límites, me defiendo o no, pero ocurre que me pierdo menos en el río de las emociones. Pero el río sigue fluyendo, igual que siempre, simplemente estoy más atento.


Para acabar quería contar una historia que aparece en el libro de Dhiravamsa, “Turning to the source”, que me tomo la libertad de traducir aquí.


Había una vez un maestro de meditación chino prestando un servicio funerario por su maestro fallecido. En ese mismo momento, frente a miles de personas, rompió a llorar inesperadamente. Esto causó gran sorpresa entre los asistentes. Los discípulos que estaban más cerca corrieron al púlpito, y reprendieron a su maestro, diciendo: "¡Oh, no, Maestro! No debes llorar, eres un ser iluminado. No es apropiado que llores. ¡Es una desgracia pública!". "No estoy llorando. Este cuerpo está descargándose", respondió el maestro. Así que el cuerpo lloraba, y el maestro chino vio claramente de dónde provenía el llanto. Estaba completamente libre, presenciando el vaciamiento del cuerpo.




 
 
 

Comments


bottom of page