Más allá de las mil cosas
- Sebastián Porrúa
- 7 de fev.
- 1 min de leitura
Puedes nutrir el alma leyendo Antígona o La Odisea, sentir como sobrevuelas mundos imaginarios que te profundizan en tiempos remotos. Puedes visitar templos sagrados que se elevan al cielo, montañas inmemoriales descansando en la Tierra, expresar con el lápiz, con el pincel, con la voz, con el cuerpo, los mayores anhelos del ser humano. Ser como Sófocles, Homero, despertar la creatividad de los demás, su ingenio. Puedes navegar mares tempestuosos, volar en globo, realizar las mayores hazañas. Convertirte en heroína, héroe recordado por milenios, ejemplo a seguir de las generaciones futuras. Unirte a los grandes movimientos por la justicia, por la supervivencia de la especie, de la vida, fomentar el desarrollo de las virtudes más elevadas. Puedes adentrarte en las profundidades de la psique humana, probar las drogas más intensas, estudiar la mente, el comportamiento humano, dedicar la vida a aliviar el sufrimiento y la desesperación que pueden apoderarse de las personas.
Pero quizá un día, en el lecho de muerte, te cuestiones algo, sientas que perdiste el tiempo, que hubo algo más urgente que dejaste de lado.
Quizá sí hay algo más urgente. Quizá dejarlo todo, dejarse ir, soltar el timón, entregarse, sentir debajo de las mil cosas lo que siempre nos sustentó.

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