La meditación mindfulness nos ayuda a percibir qué está ocurriendo dentro de nosotros a cada momento. Al ir afianzando la atención en la respiración o en sensaciones corporales, se va desarrollando nuestra capacidad de observar la constante sucesión de distintas experiencias, sean otras sensaciones corporales, emociones, estados de ánimo, así como pensamientos.
Como sabe cualquiera que haya intentado meditar alguna vez, cuando buscamos mantener la atención en algún punto, sea la respiración, una sensación corporal u otro objeto, tarde o temprano entran sigilosamente pensamientos que nos llevan de viaje en un tren de asociaciones hacia lugares bien distantes. A veces son largas travesías que despiertan por el camino emociones bien intensas, tal vez por algún recuerdo o preocupación del futuro, que recorremos sin ninguna sensación de control o dominio, simplemente siendo arrastrados de aquí para allá.
Se potencia entonces con la meditación mindfulness la capacidad de no ser arrastrados por los pensamientos en todo momento. Nos va resultando más fácil volver a la presencia y, fuera de la meditación formal, también van aumentando los momentos en que nos damos cuenta de que estamos metidos en alguna corriente de pensamientos sin quererlo, pensamientos que tal vez despiertan emociones que no nos ayudan.
Esa toma de conciencia nos libera en cierta medida, proporcionándonos la posibilidad de escoger cuando resulta más adecuado recordar que no todos los pensamientos son verdad.
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