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Despertando juntos

  • Foto do escritor: Sebastián Porrúa
    Sebastián Porrúa
  • 12 de mar.
  • 2 min de leitura

El camino de la meditación nos lleva a despertar de un estado de ensoñación. Esa ensoñación en la que hemos vivido siempre y que consideramos normal, creemos que es la realidad, es un mundo empequeñecido que hemos creado nosotros mismos.


La condición humana actual se puede resumir en que vivimos perdidos en los pensamientos. Hemos abandonado el cuerpo, su vivacidad, y nuestros sentimientos más profundos.


Estamos casi siempre reaccionando de modo automático a lo que ocurre a nuestro alrededor y en nuestro interior. Así, sentimos alguna incomodidad y quizá nos distraemos, procrastinamos, o buscamos algún sustituto que nos de placer, comida, café, té. No nos sentimos muy bien y buscamos placer, gratificación inmediata para sentirnos mejor.


Esto es el punto de partida de la vida humana, y la meditación nos ofrece un camino para volvernos más conscientes. Despertar de la ensoñación es volvernos más libres de nuestras reacciones automáticas, de nuestro modo habitual de actuar y comportarnos.

Volviéndonos conscientes adquirimos progresivamente más libertad para actuar desde nuestros principios y valores más profundos.


Cuando abrimos los ojos y salimos de la ensoñación, aparece el mundo, aparece el otro en toda su realidad. En lugar de ser alguien que ocupa un papel en nuestra vida, ya sea que nos ayuda o que nos obstaculiza para lograr nuestros objetivos, aparece otra persona con toda su profundidad. No solo con sus necesidades y su sufrimiento, sino también con su bondad y sus virtudes, siendo una expresión plena de la vida.


El otro puede estar dominado por sus deseos y miedos y no ver su propia profundidad. Por eso es sabio poner límites, mientras reconocemos al mismo tiempo su alegría intrínseca por estar vivos, sus cualidades y fortalezas, su posibilidad de salir también de la ensoñación.


Esa es la gran paradoja y lo bonito de la meditación. Parecía que solo estábamos entrando en nosotros mismos para sentirnos mejor y acabamos liberándonos de nuestras contracciones. Descubrimos que somos más amplios, más libres, más capaces, y que es cuando dejamos de girar alrededor nuestro, cuando nos preocupamos por el mundo y deseamos el bien de todos los seres, su felicidad, que estamos accediendo al lugar donde está nuestra más profunda felicidad.




 
 
 

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